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La leyenda del oso cavernario

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La lluvia fina que caía no era obstáculo para sus propósitos. El chico, curtido en mil batallas, subió a la montaña y se adentró en la cueva del oso milenario. Las leyendas sobre su existencia y su voraz apetito por la carne humana eran solo eso, leyendas, pues nadie había visto en décadas animal alguno merodeando el lugar; si acaso, unas pocas abubillas, algunos conejos de campo y las águilas, que sobrevolaban montes y campos en épocas inciertas. Así que borró de su mente la sombra oscura de las historias terroríficas escuchadas en su infancia y se dejó llevar por la última de ellas. Hacía semanas oyó decir que la tierra seca sobre la que jugara desde siempre, los campos plantados de viñedos que verdeaban en primavera e hibernaban cada nuevo otoño, los escarpados caminos de rocas y pinos poblados por mantos de cálido sol, fueron un día lejano el mar que aún no conocía, regando las tierras de sal. La cueva del oso guardaba esta certeza. Solo debía aventurarse y mirar. Allí arriba, en

Fuego

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Apenas dio tiempo de avisar a todos. Para cuando el dragón de fuego flameaba por doquier los enseres y sus dueños descendían colina abajo, arrastrados más por la fuerza imperiosa con que impelía el miedo que por ningún deseo de llegar al río. Los que quedaron en la aldea, niños, mujeres y algunos ancianos, podrían haber sido pasto fácil del monstruo dorado. Por fortuna, ese día el caudal bajaba lleno y los exhaustos vecinos pudieron cobijarse bajo sus aguas. Una vez allí, arropados por aquel maná límpido, el monstruo abandonaría su ataque. Ningún dragón de llama es capaz de atravesar las aguas.
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Recupero aquí mi homenaje personal a Gabriel García Márquez, fallecido el 17 de abril de 2014. El mundo y sus ciclos me devuelve este breve relato como los restos de un naufragio a la orilla en la que hoy se vuelve homenaje de nuevo, aunque esta vez su destino sea otra playa y otra persona. La noche en que anunciaron el gran deceso a Mireia le había dado por pasarla en vela. Por eso fue la primera, después de aquel cronista de barrio venido a menos por causa de su fuerte adicción a las drogas y a las putas pero elevado ahora al estrellato de un día por la fatal noticia, en conocer este hecho. No pudo menos que sentirse impactada; casi huérfana por tercera vez , pensó. Tal era su inti midad imaginada con el escritor de sueños, ahora vagante en los limbos perdidos del camino de ida sin vuelta. Recordó los días de un verano que quedaba ya muy lejano en el tiempo, en su tiempo, y más aún en el tiempo que ya no lo es de los que ni están por aquí ahora. Recordó. Y con las alas

Vides y grillos

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Vides y grillos Aquella noche soñó. Soñó con una casa vacía. Un niño. Las raquetas de tenis de su abuelo, cuando era joven, antes de la guerra, mucho más lejos de su realidad y a dos pasos de la del bisabuelo; vio la tierras y las hojas, las vides, los grillos. En su cabeza hacía tiempo habían dejado de cantar, como ya no cantaban en el campo, sobre la tierra seca y agrietada, bajo el sol de justicia de un mes de julio cualquiera. Cuando era niño, cuando él era niño. Y recordó el olor de las higueras sobre su piel púber, toda vez que de un brinco alcanzaba su copa y se quedaba allí, quieto, a ver si nadie le encontraba ese día, a descubrirse el amo del mundo, de un mundo que ya no existía pero que su memoria le traía como las olas sobre la orilla. Todo esto soñó. Quizás fue por lo que no despertó.

Tempus fugit

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Tempus fugit Me acostumbré a su ausencia. A su presencia vacía, a su infinita esencia dibujando surcos en el aire de la casa. Me acostumbré, como se acostumbran los perros, a dejar caer el cuerpo en la cama y saberla cerca. A las palabras huecas, a los silencios dormidos, a las pocas cosas por recoger y los días que languidecen despiertos. A tantas cosas me acostumbré y a tan pocas tenía hábito que fui dejando para mañana los hoy, y con el paso de las horas se convirtieron en ayeres, y entonces, el abandonado, el ausente, fui yo, pero de la vida, de esta, de la mía, de la presente. Así logró ella arrastrarme de mi presencia a su ausencia, de mi ser a su nada. Ya no soy, o soy por ella. El tiempo lo dirá.

El interruptor

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El interruptor Apagó las luces y salió. Lo había hecho tantas veces antes que no le daba importancia. Rozar el interruptor con los dedos, helados en invierno, calientes en verano. Hoy, en cambio, era otoño. Recordó que las horas corrieron locas en primavera, cuando lo conoció. Entonces, nada comenzó a ser igual a como había sido durante los largos y tediosos cuarenta años anteriores; hasta el sol iluminaba diferente ese aire que había empezado a respirar distinto. Olía, como nunca antes había sentido que oliera. Pero entonces, en primavera, no le dio demasiada importancia. Y ésta fue escondiéndose para dar paso al verano, un verano como jamás tuvo otros. Llegó lleno de besos, caricias, labios, humedad, jadeos,… Ahora, en cambio, recordaba esto en la oscuridad de un cuarto vacío donde apenas llegaban sonidos huecos de la ciudad dormida.

Día de Navidad

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Día de Navidad Cuando el chico abrió los ojos y miró al cielo hacía rato habían caído las últimas estrellas. Tranquilo, las recogió y depositó cada una de ellas sobre el abeto desnudo que le había protegido esa noche. La leyenda acababa de comenzar.

Una microhistoria de ríos y renos

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Una pequeña muestra de lo que hacemos los domingos en el Club de escritura Quimeras de la pluma, en el Freaks Arts Bar de Alicante. La premisa para escribir este microrelato era incluir la frase "El río se había bebido el reno", y es una de las propuestas lanzadas al azar a partir de las dos palabras "río y reno". Todo estaba preparado. El pueblo entero se había desplazado hasta el lugar. Una enorme maquinaria de merchandising anunciaba la competición. Cientos de curiosos paseaban viendo las cañas, que esperaban las manos hábiles de los pescadores de truchas. Cuando el juez dio el pistoletazo de salida, y los anzuelos cayeron hacia abajo, se quedaron con caras de póker. El reno se había bebido el río.
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Retomando la actividad de creación literaria con microrrelatos de un máximo de 50 palabras del  Grupo Literario "Entre letras . Esta vez toca componerlos con los tres dados que se muestran de  Rory's Story Cubes !.¡Ahí va la cosecha!: Microrrelato en 38 palabras Cuando se asomó por la ventana y vio el arcoíris comprendió que ella le había abandonado. Aquella dama voladora solía producir fenómenos atmosféricos cada vez que su capa se cruzaba en vuelo con la estela de algún avión.

La lotería O El día de su cumpleaños

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Apesadumbrada, contaba los días que le restaban para que el hombre, de grandes ojos azules, posara su mirada acuosa sobre ella y extrajera la carta que le autorizaba a separarla, para siempre, del piano de cola. Todos los días, con el sol sobre su cabello, apuntando rayos de calor, ideaba cientos de planes, argüía estrategias y maneras de mantenerlo a su lado; cada una de las noches oscuras, más aún en las que ni la luna asomaba su perfil, el frío desamparaba sus proyectos y atería cuanto de humana era su presencia, rasgando sueños y esparciendo ilusiones, hechos pedacitos, jirones, que caían sobre el suelo del local. El piano, mientras, miraba silencioso desde el rincón que ocupaba hacía veinte años, allí, en el café-tertulia.             Soñaba despierta, pues ya las noches habían tomado el mando sobre ella, y la mantenían en vilo y suspendida en una bruma espesa de inquietud; así, soñaba que hallaría la empresa perfecta para resolver su deuda; que un postor, con las mano
PAPEL PINTADO La mañana que Pepito Simón cogió los bártulos y se marchó de allí, había empezado a chispear. Pero él estaba decidido, desde hacía mucho tiempo atrás, a salir de aquel lugar, fuera como fuera. Y la lluvia contenía la capacidad de hacerle saltar para siempre. Nadie lo hubiera imaginado, pues a todos parecía que su sitio en el mundo era ese, y nada podría hacer trasladándose a otro rincón. Ya no le importaba el que dijeran unos y otros; ahora prefería pensar en sí mismo. Labrarse un futuro, cuando tienes un pasado, sobre todo esto, es algo harto difícil, pero Pepito se lo propuso. Cortar por lo sano era, en esencia, su misión esa mañana… como así logró hacer. Debía poner toda su astucia al servicio del objetivo. Y así, ideó un plan. Aprovechó la lluvia, que empapó poco a poco todo el lugar, hasta convertirlo en una masa blandita y dúctil, que se rasgaba y desprendía con el solo roce de las manos. Ahora sí, ¡por fin!, era libre. Pepito Simón agarró con fuerza la copa,
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Hay placeres que se convierten en costumbres, y costumbres que se antojan delicias. Este es mi breve relato, con base en los dados, para el Grupo "Entre letras" Atravesó con su lupa los cien mil recovecos que tenía la casa, buscando alguna pista sobre el extraño suceso, pero no halló más prueba que una cerradura abierta y un billete de avión raído, como si hubiera sido atravesado por un rayo certero; así que, con cara de incredulidad, el inspector solo pudo certificar que el inquilino desapareció de allí como por arte de magia. https://www.facebook.com/groups/grupoliterarioentreletras/