Apilar el futuro
La sangre se escurría por las paredes y, en ese momento, se acordó del Maná. ¡Se parecía tanto al de las historias bíblicas que estuvo a punto de abalanzarse y bebérselo! Pero el golpeteo de los puños contra la puerta le hizo "despertar" y darse cuenta que, desde el otro lado de la cámara, le urgía su jefe para seguir descuartizando. Con la pulcritud de un empleado de banca recogió los sesos que se le habían desparramado al entrar, los depositó sobre las bandejas a este fin destinadas, y salió. La cámara frigorífica haría el resto. Pronto llegarían los primeros pedidos y debían estar preparados para su venta. Fuera le esperaban unas decenas más de cerdos en fila.