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Riel de la luna blanca

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  En la última noche soñó que se le desvanecían las manos, que sus dientes eran hilos a los que regresaba su alma, si es que ya era difunto. Soñó, o vio, los últimos rayos de la luna creciente posarse sobre su almohada derecha, la que permanecía vacía desde hacía treinta años. Pero no le importaba, como no le importaba haber cerrado esa puerta tras los pasos de ella la tarde en que todas sus cosas la aguardaban en el maletero, a una manzana de distancia, en la plaza poblada de piares y gritos de niños anclados a bocadillos de chorizo. Ajenos, niños ajenos, y ajenos a todo, como habría de ser.             Soñó, o le venció el sueño despierto en la alcoba, que las paredes pintadas de azul se le aparecían amarillas; y la luz, tan intensa y doliente, le quebraba; que el techo se mantenía firme, allá arriba sobre su cabeza, hasta el mismo instante en que todo comenzó a rodar. Entonces los libros de su mesilla de noche iniciaron la danza terrible y, mostrando abiertas sus alas de papel, de

La leyenda del oso cavernario

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La lluvia fina que caía no era obstáculo para sus propósitos. El chico, curtido en mil batallas, subió a la montaña y se adentró en la cueva del oso milenario. Las leyendas sobre su existencia y su voraz apetito por la carne humana eran solo eso, leyendas, pues nadie había visto en décadas animal alguno merodeando el lugar; si acaso, unas pocas abubillas, algunos conejos de campo y las águilas, que sobrevolaban montes y campos en épocas inciertas. Así que borró de su mente la sombra oscura de las historias terroríficas escuchadas en su infancia y se dejó llevar por la última de ellas. Hacía semanas oyó decir que la tierra seca sobre la que jugara desde siempre, los campos plantados de viñedos que verdeaban en primavera e hibernaban cada nuevo otoño, los escarpados caminos de rocas y pinos poblados por mantos de cálido sol, fueron un día lejano el mar que aún no conocía, regando las tierras de sal. La cueva del oso guardaba esta certeza. Solo debía aventurarse y mirar. Allí arriba, en

Hoy he oído en la radio esa canción ochentera y me he estremecido

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  En esencia las líneas eran precisas y estaban definidas sobre vuelos de mariposas y magia por todo alrededor antes de comenzar. Esa precisión tenía que ver con los mundos abiertos, con la realización de los sueños, de todos y cada uno de ellos, con la materialización de la emoción, con la intensidad de los primeros días de la adolescencia o, quizás, para ser más exactos, con los momentos previos a ésta. Todo estaba por construir en el altillo de la vida; nada se imaginaba imposible y la escalera a los sueños comenzaba a dibujar peldaños en los que poco importaba su color o su brillo. Bastaba con que fueran.             Así se adivinaba el futuro, mientras en la radio sonaba una canción ochentera.             Hoy la he vuelto a escuchar, al pulsar el botón que  me lanzara directa a una emisora con éxitos de hace más de treinta años. Igual pero diferente. Ya no había interruptor que deslizar al modo on ; se habían perdido los peldaños de la escalera, o cayeron derruidos por alguna
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Recupero aquí mi homenaje personal a Gabriel García Márquez, fallecido el 17 de abril de 2014. El mundo y sus ciclos me devuelve este breve relato como los restos de un naufragio a la orilla en la que hoy se vuelve homenaje de nuevo, aunque esta vez su destino sea otra playa y otra persona. La noche en que anunciaron el gran deceso a Mireia le había dado por pasarla en vela. Por eso fue la primera, después de aquel cronista de barrio venido a menos por causa de su fuerte adicción a las drogas y a las putas pero elevado ahora al estrellato de un día por la fatal noticia, en conocer este hecho. No pudo menos que sentirse impactada; casi huérfana por tercera vez , pensó. Tal era su inti midad imaginada con el escritor de sueños, ahora vagante en los limbos perdidos del camino de ida sin vuelta. Recordó los días de un verano que quedaba ya muy lejano en el tiempo, en su tiempo, y más aún en el tiempo que ya no lo es de los que ni están por aquí ahora. Recordó. Y con las alas

El interruptor

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El interruptor Apagó las luces y salió. Lo había hecho tantas veces antes que no le daba importancia. Rozar el interruptor con los dedos, helados en invierno, calientes en verano. Hoy, en cambio, era otoño. Recordó que las horas corrieron locas en primavera, cuando lo conoció. Entonces, nada comenzó a ser igual a como había sido durante los largos y tediosos cuarenta años anteriores; hasta el sol iluminaba diferente ese aire que había empezado a respirar distinto. Olía, como nunca antes había sentido que oliera. Pero entonces, en primavera, no le dio demasiada importancia. Y ésta fue escondiéndose para dar paso al verano, un verano como jamás tuvo otros. Llegó lleno de besos, caricias, labios, humedad, jadeos,… Ahora, en cambio, recordaba esto en la oscuridad de un cuarto vacío donde apenas llegaban sonidos huecos de la ciudad dormida.

Una microhistoria de ríos y renos

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Una pequeña muestra de lo que hacemos los domingos en el Club de escritura Quimeras de la pluma, en el Freaks Arts Bar de Alicante. La premisa para escribir este microrelato era incluir la frase "El río se había bebido el reno", y es una de las propuestas lanzadas al azar a partir de las dos palabras "río y reno". Todo estaba preparado. El pueblo entero se había desplazado hasta el lugar. Una enorme maquinaria de merchandising anunciaba la competición. Cientos de curiosos paseaban viendo las cañas, que esperaban las manos hábiles de los pescadores de truchas. Cuando el juez dio el pistoletazo de salida, y los anzuelos cayeron hacia abajo, se quedaron con caras de póker. El reno se había bebido el río.

La lotería O El día de su cumpleaños

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Apesadumbrada, contaba los días que le restaban para que el hombre, de grandes ojos azules, posara su mirada acuosa sobre ella y extrajera la carta que le autorizaba a separarla, para siempre, del piano de cola. Todos los días, con el sol sobre su cabello, apuntando rayos de calor, ideaba cientos de planes, argüía estrategias y maneras de mantenerlo a su lado; cada una de las noches oscuras, más aún en las que ni la luna asomaba su perfil, el frío desamparaba sus proyectos y atería cuanto de humana era su presencia, rasgando sueños y esparciendo ilusiones, hechos pedacitos, jirones, que caían sobre el suelo del local. El piano, mientras, miraba silencioso desde el rincón que ocupaba hacía veinte años, allí, en el café-tertulia.             Soñaba despierta, pues ya las noches habían tomado el mando sobre ella, y la mantenían en vilo y suspendida en una bruma espesa de inquietud; así, soñaba que hallaría la empresa perfecta para resolver su deuda; que un postor, con las mano
PAPEL PINTADO La mañana que Pepito Simón cogió los bártulos y se marchó de allí, había empezado a chispear. Pero él estaba decidido, desde hacía mucho tiempo atrás, a salir de aquel lugar, fuera como fuera. Y la lluvia contenía la capacidad de hacerle saltar para siempre. Nadie lo hubiera imaginado, pues a todos parecía que su sitio en el mundo era ese, y nada podría hacer trasladándose a otro rincón. Ya no le importaba el que dijeran unos y otros; ahora prefería pensar en sí mismo. Labrarse un futuro, cuando tienes un pasado, sobre todo esto, es algo harto difícil, pero Pepito se lo propuso. Cortar por lo sano era, en esencia, su misión esa mañana… como así logró hacer. Debía poner toda su astucia al servicio del objetivo. Y así, ideó un plan. Aprovechó la lluvia, que empapó poco a poco todo el lugar, hasta convertirlo en una masa blandita y dúctil, que se rasgaba y desprendía con el solo roce de las manos. Ahora sí, ¡por fin!, era libre. Pepito Simón agarró con fuerza la copa,
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Hay placeres que se convierten en costumbres, y costumbres que se antojan delicias. Este es mi breve relato, con base en los dados, para el Grupo "Entre letras" Atravesó con su lupa los cien mil recovecos que tenía la casa, buscando alguna pista sobre el extraño suceso, pero no halló más prueba que una cerradura abierta y un billete de avión raído, como si hubiera sido atravesado por un rayo certero; así que, con cara de incredulidad, el inspector solo pudo certificar que el inquilino desapareció de allí como por arte de magia. https://www.facebook.com/groups/grupoliterarioentreletras/