La muerte de Batman
La muerte de Batman nos pilló por sorpresa, como te pillan casi todas las cosas en la vida. Te despiertas una mañana y ahí, sobre la moqueta del salón que compraste a regañadientes, aparece un charco de sangre del que no sabes su origen. Luego, como quien no quiere la cosa, y mientras te asomas al jardín a regar esos rosales que tan altos se han hecho y tanto odias, porque tú lo que querías eran jazmines; pero claro, los jazmineros no asientan en esta zona, donde las heladas los acaban matando. Así que no te quedó otra que admitir que tu tarjeta de crédito iba a hacer el pago por esos rosales, sin flores aun, pero hinchados de espinas, como la amenaza que ya apuntaban a ser. Lo pagaste a disgusto. ¡Qué se le va a hacer! Y así, con la manguera en la mano, observas el retal que quedó enganchado en la dureza de esas espinas, antaño verdes y ahora negras, cual garras de águila; despedazan todo lo que les sale al paso. ¡Mira que son listas!, musitas, sin moverse de sus