Tempus fugit
Tempus fugit Me acostumbré a su ausencia. A su presencia vacía, a su infinita esencia dibujando surcos en el aire de la casa. Me acostumbré, como se acostumbran los perros, a dejar caer el cuerpo en la cama y saberla cerca. A las palabras huecas, a los silencios dormidos, a las pocas cosas por recoger y los días que languidecen despiertos. A tantas cosas me acostumbré y a tan pocas tenía hábito que fui dejando para mañana los hoy, y con el paso de las horas se convirtieron en ayeres, y entonces, el abandonado, el ausente, fui yo, pero de la vida, de esta, de la mía, de la presente. Así logró ella arrastrarme de mi presencia a su ausencia, de mi ser a su nada. Ya no soy, o soy por ella. El tiempo lo dirá.